Durante estas vacaciones he podido leer dos libros relacionados con las plantas: ‘Alegato por el árbol’, de Francis Hallé, y ‘Así habló la planta’, de Mónica Gagliano. Los dos aportan un testimonio a partir de sus experiencias vitales a favor del inmenso valor que tiene el mundo vegetal para la vida en la Tierra. Ambos son catalizadores de la revolución que se está produciendo actualmente en gran parte del mundo en la manera de entender y de relacionarnos con el mundo natural. Aquel esquema piramidal occidental que representa a los diferentes reinos vivientes dominado, en el vértice superior, por el ser humano, se está sustituyendo por un círculo en el que las posiciones son aleatorias, y las relaciones, recíprocas. Otros especialistas actuales y revolucionarios en este sentido son Suzanne Simard, Stefano Mancuso o Niemeyer Reissig, por nombrar algunos.
Las plantas, salvavidas en la historia
Esta concepción no debería ser una tendencia de nuestros días, ya que basta con explicar el papel de las plantas en algún capítulo de la historia de la humanidad, para recordar cómo nos ha ayudado la naturaleza en muchos de nuestros aspectos más básicos.
La quina o la leyenda de las aguas milagrosas
Creo que una de las plantas que más vidas humanas ha salvado es la quina. Es un árbol que puede llegar a los 15m de altura, habitante de las zonas nebulosas de la sierra andina. Se conocen sus propiedades gracias al azar. Así lo cuenta la siguiente leyenda: un indio llamado Pedro de Leyva cayó moribundo y empapado en sudor debido a la malaria en la orilla de un estanque al pie de un árbol. En el agua habían caído hojas y ramas, y este, apartándolas, tomó algunos sorbos para calmar la sed de la fiebre. Él no sabía que la quinina, el extracto que emanaba de esos restos vegetales, permitió cortar el ciclo del parásito y que dejaran de infectarse sus glóbulos rojos. Se había iniciado su recuperación. Las propiedades del agua milagrosa llegaron hasta su aldea y, de ahí, al resto del mundo de la mano de los jesuitas. El remedio también curó a la mujer del Virrey del Perú: Doña Francisca Henríquez, condesa de Chinchón. Así se entiende de dónde deriva el nombre científico de la planta: Cinchona officinalis.
Los higos, un alimento largamente apreciado por el reino animal
Otro género de plantas que nos ha acompañado a lo largo de la historia y que nos ha salvado de más de una hambruna es el Ficus. En el Egipto antiguo, los higos recogidos del sicomoro, (Ficus sycomorus) y de la higuera (Ficus carica), estos últimos más gordos y dulces que los primeros, formaban parte de la alimentación básica de sus habitantes, tanto frescos como deshidratados. Las numerosas plantaciones de aquel entonces se cosechaban ayudados de cuadrillas de monos. Son plantas no solo importantes para la humanidad, ya que de los higos se alimentan más de 1.200 especies de animales. Así pues, es una razón de peso para evitar su desaparición. En Mesopotamia se plantaron también gran cantidad de higueras en los jardines colgantes y en Israel se utilizaron por sus propiedades medicinales. Hay ejemplos de gente notable que los utilizó para sanar, como el rey Ezequías que se salvó de la muerte gracias a un emplaste de higos picados. Primero Grecia, y después Roma, extenderían su cultivo por toda Europa. Hoy en día, hay evidencias de la gran facilidad de germinación del género Ficus y se utilizan como pioneras para regenerar vegetación en zonas difíciles.
Las propiedades anticancerígenas del Tejo estuvieron a punto de provocar su extinción
En los años 70, se descubrieron las propiedades anticancerígenas del tejo (Taxus baccata): tres componentes de sus hojas y corteza ayudan a combatir hasta 14 tipos de cáncer. Afortunadamente, al conseguirse sintetizar químicamente sus taxanos, se detuvo su tala indiscriminada. Hay que saber que es un árbol de lentísimo crecimiento y, debido a su aprovechamiento medicinal, estuvo a punto de desaparecer en muchas zonas pobres del mundo.
Serendipia en Gran Canaria
La última historia, cercana a la serendipia, en la que un conjunto de casualidades que parecen intencionadas llevan a un bonito final, tiene como protagonista al sauco canario (Sambucus palmesis). Esta planta es endémica de las islas y crece en unas condiciones muy especiales de humedad y temperatura bajo la sombra de otros árboles. Hace unos años, se constató que en Gran Canaria ya solo quedaban dos ejemplares y, desgraciadamente, los botánicos no eran capaces de reproducirlos debido a su gran cercanía genética. Pero un día, Fabián García, un repartidor de supermercado de Valleseco, que además era licenciado en biología y conocía por sus compañeros de carrera el problema del peligro de extinción de este endemismo, detectó que una clienta tenía en su jardín dos grandes ejemplares de esta especie llenos de flores y retoños. Fue una cadena de casualidades, ya que haría unos 40 años Doña María José Pérez había recogido estas plantas de Valsendero para recordar los paseos que hacía con su madre por aquel entorno natural. Se trataba de dos ejemplares procedentes de los que, en su día, fueron unos arbustos sanos y fuertes. María fallecería un año después de la donación de miles de semillas y de numerosos esquejes que ahora prosperan en los viveros del Centro Botánico de la isla y se preparan para la repoblación del paraje natural de Valsendero. Así pues, aquel entorno natural en el que ella paseaba con su madre volverá a tener, próximamente, saucos sanos y fuertes, cuyos poderes curativos y sus propiedades medicinales son por todos conocidos.
Hacia una nueva relación con el mundo natural
Esta recuperación tan ‘casual’ podría tener un motivo más profundo o de más largo alcance. Quién sabe si podría ser el inicio de una nueva historia como la de Pedro de Leyva y la quinina. Parafraseando a Steve Jobs en un discurso dado en la Universidad de Stanford en el 2005, apunto: ‘no puedes conectar los puntos hacia delante, solo puedes hacerlo hacia atrás. Así que, tienes que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro’.
Esta es una de las ideas que Monica Gagliano defiende en su libro: que no hay casualidades en la relación entre el mundo vegetal y el nuestro y que, para salvar nuestro futuro, esta relación debe potenciarse en todos los canales. Debemos cambiar nuestra concepción de este reino y aprender de su evolución y de sus logros y, sobre todo, y aquí viene su revolucionaria postura, ser conscientes de su ser dotado de subjetividad, consciencia y volición.
Debemos abrir nuestra mente a unas nuevas e inmensas posibilidades que nuestra formación cientificista y pragmática nos ha ocultado para poner en práctica nuevas relaciones con la naturaleza y, así, hacer frente a pandemias, crisis climáticas, falta de recursos, crisis sociales y otros problemas mundiales y regionales que nos puedan acontecer.
Aplicaciones de las plantas para nuestros retos globales más importantes
Nuestra relación con las plantas tiene un gran valor y potencialidad. Según la doctora Rosa Porcel, bióloga i divulgadora científica de la Universidad Politécnica de Valencia, hay muchos retos precisamente porque las plantas son un filón para numerosas aplicaciones. Podemos encontrar en las plantas potenciales biofactorías para la producción de compuestos de interés industrial, o moléculas de interés terapéutico o que inmunicen mediante su consumo. Podemos desarrollar cultivos más sanos, con mayor contenido de moléculas interesantes para la salud o con aminoácidos en alimentos que carecen de alguno esencial o con menor contenido de alérgenos. Hay arroces que ayudan a los alérgicos al polen de cedro, ciprés y al asma bronquial. Otros objetivos están en desarrollar cultivos más resistentes a las exigencias del cambio climático, a la sequía, a las enfermedades… Otras aplicaciones pasan por utilizar plantas como detectores de explosivos o de ambientes contaminados o para eliminar sustancias tóxicas del suelo, lo que se conoce como fitorremediación. También hay posibilidades de usar plantas como fuente de energía que alimenten la actividad empresarial o la humana en el interior de edificios.
Como vemos, el futuro está en las plantas y pasa por otra relación mucho más respetuosa y sostenible con el reino vegetal y la naturaleza, una relación mucho más de iguales, con relaciones recíprocas que nos benefician a ambos y nos ayudan a vivir en una plena armonía.
Manel Vicente Espliguero
Paisajista