¡Estamos ya observando una explosión desenfrenada de brotes, flores y hojas que nos trae la primavera! Seguramente es por la importante subida de las temperaturas de estas últimas semanas después de un último período de frío intenso.
Fijaos que unas semanas antes, toda esta energía renovadora llena de cambios estaba en reposo, en un estado de latencia. Y eso ha sido así porque el órgano vegetal que se ha encargado durante la hibernación de velar por esta nueva vida en las plantas es la yema.
En este artículo me gustaría hablaros de ellas, de las yemas, e introduciros en datos de sus características y de cómo funcionan para que seamos conscientes de su importancia. ¡Seguro que, como en todos los temas relacionados con la naturaleza, nos asomaremos a un mundo apasionante!
Las yemas se disponen justo encima de las cicatrices de las hojas caídas
La yema se describe como un pequeño órgano o futuro brote que dará lugar a hojas o flores y que está recubierto por hojillas modificadas a modo de escamas que sirven para protegerlo del frío y de la falta de humedad.
Podemos diferenciar fácilmente dos tipos: la yema apical y la yema axilar. Esta última está situada entre la unión del rabillo de la hoja con el tallo o la rama, por lo que al perder las hojas en invierno las veremos dispuestas siempre por encima de las cicatrices que quedaron al caer estas. Las cicatrices son muy precisas y características de cada especie.
Las yemas de los fresnos, un triángulo oscuro sobre labios que sonríen
Aparte de por las pequeñas cicatrices citadas, los árboles durante el invierno se pueden diferenciar por la forma, disposición y color de las yemas. Como botón de muestra e inicio de entrenamiento de observación os presento el ejemplo del fresno (Fraxinus excelsior).
Sus cicatrices son como unos labios regordetes que sonríen. Sobre ellos se hallan unas yemas muy características a manera de pequeños triángulos redondeados y son de color muy oscuro, casi negras. Están dispuestas de dos en dos, una a cada lado de la rama, en pisos, girando cada piso 90 grados respecto del anterior. La yema apical está muy cerca del último par. Aquí sus escamas protectoras u hojas modificadas cuando se abren y caen en primavera dejan una cicatriz también peculiar, que se puede ver también en otros árboles. ¡Gracias a esta señal podemos saber el crecimiento de la rama de cada temporada! La distancia y volumen de la rama entre dos cicatrices consecutivas nos puede enseñar si el año fue pródigo en lluvias y bonanza, o por el contrario, si el árbol pasó estrés y dificultades.
Yema de fresno y sus flores a punto de abrirse
Las yemas de los castaños de Indias de flor blanca y de flor rosa Vamos a por otro ejemplo: las yemas del castaño de Indias son globulosas en su base y acabadas en punta, de color marrón más claro que el de la piel de las castañas y, ¡atención!, están recubiertas de una sustancia pegajosa muy propia de esta especie. Las cicatrices que quedan cuando caen las hojas en el castaño de Indias son triangulares y en la parte inferior muestran cinco círculos que nos pueden también ayudar durante el invierno a diferenciar esta especie. Si encuentras yemas de castaño que no se pegan a tus dedos, entonces estás de suerte, has encontrado un castaño de flores rosas (Aesculus x carnea) que no es muy habitual. Las yemas de los hayedos le dan esa aura rojiza al bosque en invierno Y otro más: el haya presenta unas yemas muy alargadas y estrechas que nacen en un cierto ángulo respecto de la rama y que de manera alternada van apareciendo a lo largo de un mismo plano. Todos en alguna ocasión hemos podido comprobar un aura rojiza en los bosques al final del invierno: son las yemas del haya que proporcionan este precioso color a estos árboles grisáceos, identificando esta especie desde la distancia. Las yemas de fruto y las yemas de madera en el mundo de los frutales En los frutales, nuestros agricultores enseguida distinguen lo que son yemas de fruto de las yemas de madera. Ahora vamos a descubrirlo nosotros también. Las primeras son muy interesantes de cara a la producción de frutos y las segundas para el mantenimiento de la estructura o crecimiento del árbol y de su alimentación, pues sabemos que las futuras hojas se encargaran de preparar el alimento de la planta, cocinando lo que comen todas las células del vegetal. Avanzamos más en este tema, en los frutales hay que distinguir entre frutales de hueso y de pepita. En el primer grupo los frutos son carnosos y en su interior sus semillas están recubiertas por un hueso duro. Como ejemplos tenemos el ciruelo (Prunus domestica), el albaricoquero (Prunus armeniaca), el melocotonero (Prunus persica), el almendro (Prunus dulcis), el olivo (Olea europea), el azufaifo o jinjolero (Ziziphus jujuba)… En estos árboles las yemas que darán flor y fruto nacen muy juntas sobre cada nudo en grupos de tres o más unidades y lo hacen en ramas de un año. Por esta razón, los agricultores durante la poda eliminan las ramas que ya dieron flores y frutos y respetan los nuevos brotes que interesan pensando en la campaña siguiente. Es por esto que durante la primavera podemos ver la floración tan sugestiva de nuestros campos de Aitona en Lérida o del Valle del Jerte en Extremadura: toda la copa está formada por ramas de un año. Las yemas de fruto son siempre globosas y las de madera aparecen en los extremos y son más delgadas o estrechas. No entraremos en los tipos de podas que hay ni en los diferentes elementos que se deben tener en cuenta para realizarlas, pues se trata de todo un patrimonio cultural o un arte muy propio de las zonas rurales que daría para más de un libro. Los frutales de pepita son los que en el interior del fruto tienen las semillas incluidas en una zona central protegida por una capa coriácea. A los que nos gustan las manzanas (Malus domestica) sabemos enseguida con un mordisco si hemos llegado o no a esta zona. También tenemos en este grupo los perales (Pyrus communis), el kiwi (Actidinia deliciosa) y el membrillero (Cydonia oblonga). En estos árboles, a diferencia de los frutales anteriores, las yemas de fruto redondeadas y de color claro aparecen solitarias en los extremos de pequeños crecimientos sobre las ramas. En estos frutales los frutos siempre aparecen en las mismas ramas año tras año. Las yemas tienen por debajo de las escamas unos pequeños abultamientos que se conocen con el nombre de ‘bolsas’ donde la planta almacena sustancias nutritivas para alimentar los futuros brotes. De nuevo, las yemas que producirán madera son siempre más pequeñas, más oscuras y afiladas, son las encargadas de originar los tallos de crecimiento. En las podas de estos árboles hay que conservar siempre las ramas que tienen terminaciones con yemas de flor. El estado de desarrollo de las yemas nos puede ayudar a afrontar plagas y enfermedades En el mundo agrícola se conoce muy bien el proceso de desarrollo de las yemas de los frutales y al conjunto de todo este movimiento se le llama estado fenológico de los árboles. Hay toda una clasificación de momentos. Los tratamientos contra plagas y enfermedades dependen en gran medida de saber detectar en qué estado nos encontramos para aplicar los cuidados oportunos. En las heladas tardías, por ejemplo, podemos saber si serán o no problemáticas según el estado de las yemas o momentos de la floración, fecundación y fructificación en el que se encuentre nuestro frutal. Conociendo estos detalles incluso se pueden minimizar sus efectos. Como hemos podido ver, las yemas tienen un gran significado como futuro en todos los árboles que nos rodean. Las alteraciones meteorológicas o momentos anómalos medioambientales durante su movimiento pueden perjudicar crecimientos, floraciones o producciones. Cómo ya sabemos todo esto nos afecta cómo especie relacionada en red con el resto de seres vivos de este planeta. Una floración a tiempo, prolongada y en cantidad, por ejemplo, asegura la supervivencia de nuestras abejas y a partir de ellas, la fecundidad de muchas otras especies, hasta llegar hasta nuestro eslabón. ¡Seamos conscientes de todo esto! Manel vicente Espliguero Paisajista