A punto de acabar el verano, en una de mis caminatas por la naturaleza, decidí dejar la ruta habitual y subir a una montaña cercana para tener una buena perspectiva del Valle del Freser desde su altura.
No era una montaña muy alta, pero al bajar y llegar al pueblo más próximo, Queralbs, descubrí lo que la hacía tan especial: su cumbre estaba formada por rocas que se consideraban las más antiguas de Cataluña, con unos materiales que se remontaban a más de 560 millones de años.
La explosión de Avalon en la Tierra primigeniaInvestigando un poco más, descubrí que aquellas rocas eran coetáneas a la aparición sobre la Tierra de los primeros organismos multicelulares, en lo que los científicos llamaron ‘La explosión de Avalon’, para referirse a una rápida proliferación de nuevas especies a partir de las pocas que ya existían.
La Tierra firme era un solo continente y los hielos de los casquetes polares llegaban casi al ecuador. Me llenó de asombro pensar que había estado trepando por unas rocas que se formaron en un periodo de la historia de la Tierra en el que la vida era tan inicial.
Prueba y error, la clave de la evoluciónLa vida, tal y como la conocemos hoy en día, se ha ido desarrollando de una manera impredecible e inimaginable, como en abanico, probando nuevas oportunidades, nuevos nichos en los que las especies recién aparecidas armonizan con otras anteriores, o con seres tan novedosos como ellos y tratan de prosperar dando posibilidad a otros intentos.
Seguramente bajo los potentes condicionantes ambientales, el fracaso sería lo habitual y así se cerrarían vías de desarrollo que serían equivocadas o poco adaptadas.
Si se pudiera mirar a cámara rápida, dejando correr los millones de años en segundos, la representación de las líneas evolutivas podría parecerse a cómo se encienden y dispersan las luces de los cohetes artificiales en una noche de fiesta.
Los cinco grandes apagones o extinciones de la TierraSiguiendo esta imagen pirotécnica de explosiones y luz, podríamos decir que el espectáculo del cielo nocturno iluminado ha tenido cinco momentos pletóricos separados por sus descansos de apagón, donde los humanos como especie formamos parte y gozamos, en el sexto período.
En la historia de la evolución de la vida en la Tierra, los científicos han descubierto y señalado así cinco grandes apagones de vida en nuestro planeta, se denominan extinciones.
Además de la última ocurrida hace 66 millones de años, y conocida por todos gracias a la película ‘Jurassic Park’ de Steven Spielberg, hay que contar con cuatro extinciones más ocurridas muchos millones de años antes. A todas ellas se las llama “the Big Five”.
Para formar parte de este club exclusivo, las extinciones deben tener dos características: ser rápidas, y ocurrir en periodos de menos de 2,8 millones de años, y poderosas, han de desaparecer las tres cuartas partes de las especies de la Tierra.
Las causas de estos apagones de vida han sido diversas, pero podemos afirmar que los fenómenos de alteración de la temperatura y de la composición de los gases de la atmósfera por encima de unos límites aparecen en todas.
¿Vamos camino de un sexto apagón?Los datos que se han ido descubriendo respecto a las ‘Big Five’ nos están avisando de que, al igual que en las tres últimas, estamos aumentando de manera muy rápida nuestros niveles de CO2 y consecuentemente la temperatura del planeta se escapa por encima de unos límites repitiéndose los patrones atmosféricos que las dispararon.
Homo Sapiens, una especie que debe replantearse sus relaciones en el planetaComo especie Homo sapiens, aparecimos hace unos 200.000 años en el África oriental. Con nuestros cerebros sociales, capacidad comunicativa e ingenio fuimos capaces de sobrevivir a la precariedad y fragilidad de los inicios de cualquier especie.
Con nuestra cría cooperativa y aprendizaje flexible, fuimos capaces de sobrevivir en diferentes ambientes, también adaptando nuestras dietas para sobrevivir.
- Arrinconamos y desplazamos a especies de sus hábitats
Compartimos espacio y hábitat con otras especies a las que arrinconamos y ayudamos a desaparecer. Así, grandes felinos, osos y ciervos gigantes o mamuts enormes, que eran mucho más fuertes y feroces que nosotros, acabaron desapareciendo.
Y animales que basaban su supervivencia en el aislamiento, vieron profanados sus santuarios con nuestra llegada, pues fuimos capaces de llegar a islas perdidas en los océanos o a regiones aisladas por los grandes hielos.
- Nuestras necesidades crecientes alteran el equilibrio de la biosfera
Nuestra prodigiosa multiplicación comporta la pérdida de grandes extensiones de bosques y la utilización de muchos hábitats de otras especies para la producción de nuestros alimentos y energía.
A la vez, transgredimos las leyes de las barreras naturales y al trasportar organismos de una punta a otra del planeta, derivado de nuestros intereses, alteramos los equilibrios de la biosfera.
Con nuestro progreso basado en los combustibles fósiles, durante lo que se llamó ‘La revolución industrial’, definitivamente ‘triunfamos’ sobre la naturaleza, a la vez que fuimos perdiendo la capacidad adaptativa y la resiliencia a nuestro entorno que nos ayudó a desarrollarnos como especie en el inicio.
- Provocamos cambios tan rápidos, que las demás especies no pueden adaptarse para sobrevivir
Estamos modificando la composición de la atmósfera, alterando el clima y la química de los océanos. El cambio es tan rápido que no queda tiempo para los mecanismos de adaptación de las especies y estas deben desplazarse para sobrevivir.
Muchas de ellas, por ser muy específicas de ciertas temperaturas y condiciones ambientales, no tendrán opciones y desaparecerán. Así, las tasas de extinción se están disparando por encima de lo que los técnicos llaman extinciones habituales de cada época geológica, llamadas de ‘Extinciones de fondo’.
La diversidad de la vida disminuye y solamente prosperan aquellas especies pioneras y más generalistas, adaptadas a condiciones pobres o deterioradas, con muchos recursos para sobrevivir.
Podríamos afirmar que vivimos una época de empobrecimiento, de globalización de estas especies, de extensión, de plagas y pandemias que ya estamos sufriendo.
La sexta extinción se está iniciandoSe comienza a hablar de una nueva extinción. Para aquellos que podáis pensar que se trata de una exageración o que esta afirmación no tiene fundamento, os recomiendo leer a Elizabeth Kolbert, ganadora del premio Pulitzer en el 2015 en la categoría de no ficción, con su libro ‘La sexta extinción’.
No en vano se está discutiendo si debemos rebautizar la última época geológica como ‘antropoceno’ debido a la fuerte influencia que nuestra especie está provocando en el planeta.
Especies maravillosas, increíbles, bellas, extintas en solo 200 años por nuestra acción, principalmentePara ilustrar la extinción de la que estamos hablando citaré algunas de las especies que hemos perdido durante los dos últimos siglos.
El pez de mano liso, que era muy singular por tener manos, además de sus aletas; el Melomys rubicola de Bramble Cay, un pequeño roedor que habitaba la gran Barrera de Coral en Australia; el delfín del río Yangtze, especie que únicamente vivía en este gran río de China. El llamativo y tóxico sapo dorado de Costa Rica.
Para completar la lista citaré el rinoceronte blanco africano, el guacamayo de Spix en Brasil, el tigre de Tasmania, las palomas pasajeras, el íbice o bucardo de los Pirineos, el leopardo de Zanzíbar, el lobo de las Malvinas, el tigre de Java. La gran mariposa blanca de Madeira, la cotorra de Carolina, el rinoceronte negro de África Occidental, el ciervo de Schomburgk originario de Tailandia…
Como apunte dramático recogeré la pérdida del pájaro po'ouli, o trepador negro, unas aves que habitaban la ladera suroeste del volcán Haleakala, especie que no se descubrió hasta la década de 1970 y que en 1997 de él ya sólo nos quedaban tres individuos. ¡Una pena!
Como especies vegetales tenemos en la lista la palma de RapaNui, el árbol chileno llamado sándalo de Juan Fernández, el olivo de Santa Helena, isla conocida por albergar durante sus últimos años de vida a Napoleón; el tomatillo de Tenerife, del que sólo tenemos semillas recogidas en los pliegos de un herbario…
De esta triste lista no se salva ningún país o región.
Un impactante titular “El 50% de las especies se habrán extinguido en 30 años”‘Según las proyecciones científicas, el 50% de las especies que habitan la biosfera se habrán extinguido antes de 2050. La actividad humana amenaza a 33.000 especies diferentes, lo que podríamos traducir en 150 especies de las que despedirnos, para siempre, cada día’.
Este texto forma parte de la publicidad de una empresa: ‘Colossal Biosciences’ que, a través de la intervención genética, pretende recuperar especies desaparecidas. En realidad, se modifican los genes de especies cercanas con las partes de ADN de las especies perdidas, para que se puedan recuperar de los animales y plantas ya extinguidos.
En lugar de deteriorar e intervenir, desarrollar una mejor manera de relacionarnosAparte de la evocación de la obra más conocida de Mary Shelley, opino que la filosofía que subyace bajo esta iniciativa se aleja de lo que Jeremy Rifkin ha recogido en su libro ‘La Era de la Resiliencia’. Rifkin, en lugar de “intervenir”, propone una nueva manera de relacionarnos con la naturaleza que llama ‘resilvestrada’. El cambio climático y los convulsos impulsos de resituación de la naturaleza nos acabará obligando a replantear nuestra relación con esta naturaleza más extrema e impredecible.
No se trata de utilizar las riquezas naturales de manera productivista, arruinando nuestro entorno y a medio plazo empobrecernos a todos, para luego hacer grandes inversiones que intentan corregir los errores y, de paso, enriquecer a unos pocos.
Se trata de desarrollarnos bajo una filosofía de respeto en todas nuestras relaciones. De empatizar con el otro y con la naturaleza, de replantear nuestro papel como especie y de entendernos como parte de un proceso de red global, donde la naturaleza es una fuente de vida a la que, como seres racionales, nos podemos adaptar y desarrollar en armonía según sus leyes.
Cuanto antes tengamos esto en cuenta y actuemos en consecuencia, antes floreceremos como especie en un entorno en el que, como ya vemos hoy, será cambiante, y seremos, como decía Rifkin, resilientes.
Manel Vicente Espliguero
Paisajista