El paisaje que rodeó el nacimiento de Jesús

(Lc 2, 8-11) ‘Por aquellos contornos había unos pastores que pernoctaban al raso y velaban por sus rebaños. Un ángel del Señor se les apareció y la gloria del Señor los rodeó de luz, y ellos se llenaron de un gran temor. El ángel les dijo: ‘No temáis; mirad que os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido un salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David’. En esta ocasión, y de parte de todo el equipo de greenline gardens, me gustaría felicitaros la Navidad de la forma que mejor sé: compartiendo naturaleza. En relación con estas fechas tan señaladas, hoy os daré algunas notas de cómo pudieron ser el paisaje y la naturaleza que vieron aquellos ojos nuevos del niño mesías que nació en una cueva o refugio para animales.   El clima en la Palestina del nacimiento de Jesús El clima de Palestina está muy relacionado con su orografía y la situación geográfica en el Mediterráneo oriental —en aquella época, cálido en la costa y más fresco en las montañas centrales de Judea, Samaria y Galilea—. Estas montañas detenían las lluvias procedentes del mar y dejaban un clima extremo al este y al sur del país; en lo que se llamaba el desierto de Judea y en la depresión del Mar Muerto. En Galilea, la parte más al norte del país, el clima era más generoso en lluvias y frío. Siendo esta la parte más rica de Israel, imprimirá a los hacendosos galileos la fama de ser gente rústica y de pocos miramientos culturales y religiosos.   Un paraje semi seco, de rocas calcáreas deslucidas… El ganado, principalmente ovino y caprino, se trabajaba en trashumancia: durante los meses de invierno bajaba a los valles y durante los meses de calor subía a los pastos más altos. Belén era una aldea a unos 765 m de altura enclavada en los montes de Judea y en los que ocasionalmente podía nevar. Este texto de felicitación nos lleva a pensar que Cristo podría haber nacido antes de los fríos del invierno; aunque, desde el siglo IV, los cristianos celebramos su nacimiento a partir del solsticio de invierno (por las connotaciones y simbolismo que esto tiene con el nacimiento de la luz). El ganado estaría ramoneando las viñas o repasando los rastrojos de campos de cereales y leguminosas ya segados. Eran tierras dispuestas en pendientes y terrazas con vistas a las estribaciones del desierto y del Mar Muerto. Belén estaba rodeado de un paraje semi seco, de cielos abiertos a las vistas y de rocas calcáreas deslucidas y pardas que tintaban de estos mismos colores el pequeño pueblo asentado en la ladera de un monte. Siguiendo con nuestro encuadre, los vientos más fríos venían del norte. Aquí citaremos el famoso Aquilón que, décadas más tarde, haría naufragar a San Pablo en su viaje a Roma. Desde el sur soplaba el Austral que aportaba el calor y las tormentas.   …con veranos extremadamente secos que propiciaban las plagas Por lo general, en Judea las lluvias acaecían en invierno y en una primavera muy incipiente, con cantidades similares a las que podríamos encontrar en el litoral catalán. Los veranos eran extremadamente secos y con riesgo de sufrir las plagas de langostas que venían de los desiertos del este ayudados por los vientos de poniente. El arameo era rico en palabras para referirse a estas plagas.     El paisaje de Judea era un mosaico de viñas, cereales y leguminosas… Judea era una tierra de montaña media difícil de cultivar y de llanuras más ricas, en las que muchas de las propiedades pertenecían a las clases aristocráticas. Un mosaico de viñas, cereales y leguminosas donde los árboles habituales eran los laureles, las encinas (con especies diferentes a las nuestras más adaptadas a las condiciones del Mediterráneo oriental), y también robles de secano (como el Quercus calliprinos). Además, había alcornoques, tamariscos, azufaifos, cipreses, coscojas, terebintos, mirtos y hasta cinco especies de algarrobos diferentes.   …pero también había olmos, sauces, álamos y chopos junto a los ríos En zonas de condiciones más húmedas había olmos, sauces, álamos y chopos, coincidiendo con los cursos de ríos y arroyuelos. Como cultivos arbóreos, había bancales de olivos, almendros y granados. De los primeros se obtenía aceite para el consumo humano, para usos medicinales y también para iluminar. También era muy común encontrar en las cercas de las casas y junto a los muros de los apriscos del ganado: nogales, higueras, sicomoros o cabrahígos, alcaparras y ricinos. Las duras acacias de espinas y las ginestas de zonas más pobres se aprovechaban como alimento por el ganado caprino y también para el refugio del sol por parte de pastores y de sus perros de Canaán (raza que aún hoy en día se conserva en Israel).   Pastoreo y agricultura, con cultivos que nos recuerdan a los nuestros… Como cereales, se cultivaban: avena, mijo, trigo y cebada; y como leguminosas: habas, lentejas, garbanzos, vezas, melgos y carretones. También sabemos que había campos de lino y de cáñamo con usos textiles. Además, en los lugares en los que se disponía de agua, había huertos en los que, aparte de olivos, se podían plantar manzanos, albaricoqueros y hortalizas (como melones, cilantros, pepinos, puerros, cebollas y ajos).   …y un poco más allá, los oasis y los palmerales En las zonas más difíciles del sur y del desierto, se situaban los oasis y sus palmerales. De las malas hierbas también tenemos referencias en las Escrituras y citaremos: las zarzas, los espinos, las orgazas arrastraderas, la avena loca y los cardos como las gundelias (Gundelia tournefortii), muy características del desierto palestino.   La riqueza de la madera de Galilea, trabajada con oficio por San José En el norte, más allá de la Galilea, se extendían los grandes bosques de pinos, cedros, abetos y cipreses. En nuestro imaginario tenemos los altos y cerrados bosques de los famosos cedros del Líbano, —en los que la literatura popular ha situado a un joven San José aprendiendo de talas y de maderas—. Los coetáneos de Jesús utilizaban la madera de las acacias para hacer tablones, travesaños y columnas. El cedro y otras coníferas se usaban para las vigas de construcción y el recubrimiento de la piedra de las edificaciones (como la del templo de Jerusalén). La madera de álamo, avellanos y castaños se destinaba para hacer varas. De las coníferas se extraía la resina con la que después se obtenía pez para calafatear sus embarcaciones.     Palestina, una tierra de hermosas flores silvestres y con una flor bíblica: el nardo Para acabar comentaré que la belleza de aquellos ‘lirios del campo’ sobre los que habla Jesús en su predicación (Mt 6, 28-29, Lc 12, 27), diversos autores la relacionan con la de la anémona (Anemone coronaria). Esta es la opinión de entendidos como John Chancellor, que afirma que Jesús en su predicación no se refiere a las flores cultivadas o las que hay en los jardines, sino a las silvestres, a las que crecen en lugares abiertos, en los prados de Galilea. La anémona aquí es muy habitual. Florece en un rojo muy llamativo desde diciembre hasta abril. Se abren por la mañana con sus seis pétalos y se cierran por la tarde. Por esto, hay quien defiende que quizás se refería a la manzanilla de Palestina o a las conocidas amapolas. Otras flores de palestina son: los azafranes silvestres, las caléndulas, los gladiolos, los ciclámenes, las borrajas, las estepas, los jaramagos, las salvias y los iris. Como flor exótica, conocida por el perfume de gran precio que se derrama sobre los pies de Jesús, tenemos el nardo. Se trata de una planta del Himalaya, recolectada por encima de los 3.300 metros, para obtener su esencia de raíces y tallos. Era un producto muy costoso entonces y se conservaba en recipientes sellados de alabastro, que solo se abrían en ocasiones muy especiales o para los más ricos.   Neot Kedumim, una reserva del paisaje bíblico (abierta al público) Inspirándose en un profundo sentido del patrimonio, en Israel se han realizado esfuerzos para preservar y reintroducir plantas y animales que existían en los tiempos bíblicos y que desaparecieron (o que corren peligro de extinción). Entre Jerusalén y Tel Aviv está Neot Kedumim, una reserva del paisaje abierta al público con este objetivo.   Como podemos ver, es muy interesante conocer estas realidades antiguas relacionadas con la naturaleza y el paisaje, ya que nos ayudan a entender la historia, así como la mentalidad de la época. Todo ello nos acerca más a nuestros antepasados y nos prepara mejor para entender el presente y preservar el futuro. ¡Que tengáis todos y todas una feliz Navidad y un mejor 2022!   Manel Vicente Espliguero Paisajista
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