Los jardines, naturaleza domesticada y convertida en arte

¿Y cuándo empezó la jardinería? ¿Por qué plantamos y construimos jardines? ¿Cuándo vimos por primera vez belleza y arte en la naturaleza? No tenemos, o no nos quedan, evidencias jardineras de tiempos remotos ya que el arte de la jardinería trabaja con elementos vivos que tienen su principio y su fin. Es verdad que podemos encontrar algunos olivos plantados que son milenarios, pero como conjuntos jardineros, no podemos llegar muy lejos. Recuerdo visitar, en los jardines de Villa d’Este, cerca de Roma, una plantación de cipreses en rotonda que todavía eran los primigenios, aquellos que se plantaron al construir el jardín. ¡Aquella disposición de árboles ya maltrechos y desorganizados podía tener cerca de 500 años!   Los jardines se escapan, se pierden, a la voz libre de la naturaleza Con el paso del dios Cronos, el dios griego del tiempo humano, un jardín cambia; y lo que eran plantas vivas, pasan a ser cenizas y sales a su muerte que se volverán a reutilizar en nuevas formas vivas, sobre las que, si no volvemos actuar, se escaparán de los cánones, formas y disposiciones estéticas que alguien decidió en su día. Los jardines siempre se pierden o se escapan, a pesar de nuestros esfuerzos de domesticación, tras la voz que los llama a regresar a la naturaleza.   Los antiguos jardines contados, pintados, esculpidos…imaginados Buscando el origen de los jardines y apoyado en postulados de Rubió y Tudurí, podemos afirmar que probablemente el ser humano, desde los albores de su caminar por la Tierra, a la vez que temiera y se admirara de las fuerzas de la naturaleza, iba poco a poco convirtiéndose en un jardinero, al tratar de retener o conservar para sí lo que encontrara de bueno en sus elementos y escenas. Así nacerían las primeras habilidades o prácticas jardineras que, con el progreso de las antiguas civilizaciones y culturas, llegarían a desarrollar los primeros jardines. Al no contar con evidencias físicas, primero fueron las leyendas y la tradición oral las encargadas de recordarnos cómo eran aquellos jardines; después serían la escultura, la pintura y la escritura las que lo harían (y siempre bajo el velo de la propia interpretación, que todo lo tamiza según nuestra imaginación).   Adán y Eva, los jardineros vegetarianos del primer jardín de la humanidad En la parte más íntima de nuestro ser subyace la idea de un añorado paraíso, de la pérdida de un tiempo mejor, de un mundo ideal y benigno. Es lo que más tarde recogería la Biblia como el jardín del Edén. Hay autores que lo relacionan con la supervivencia de muchas generaciones del género humano a la última glaciación, la trasmisión de su recuerdo supondría un destello de esperanza mientras todo fuera tan difícil y esforzado. Este Edén, que de manera más o menos dibujada tenemos en el corazón, podría ser el primer jardín de la humanidad. En el libro del Génesis se recoge al hombre y a la mujer como seres jardineros: vegetarianos a partir de frutos y plantas, dedicados a cuidar del entorno que les rodea y que se les ha regalado, en el centro de un gran parque con animales. Aquella última glaciación que desplegaba un entorno difícil y agreste nos despertó de nuestro vegetarianismo y nos abocó a una lucha de supervivencia entre nuestros iguales y aquellos animales que necesitaban lo mismo que nosotros. Cuanto más difícil era el medio de aquel entonces, más recuerdos y ansias había de aquel paraíso perdido.     Los bosques y selvas como terreno de lo sagrado y sobrenatural Hace unos 20.000 a 15.000 años el hielo de la mayoría de Europa y del norte de Asia y América se fue retirando y, paralelamente el ser humano se fue asentando en el territorio. Fue entonces cuando los grandes bosques extendidos en las zonas meridionales y las selvas tropicales se contemplaron y admiraron como naturaleza incógnita y sagrada dotada de un halo de divinidad, como espacios creados por potencias sobrehumanas.   La religión erige espacios sagrados, con plantas poderosas y valiosas, que hay que cuidar Para continuar con el proceso de aparición de la jardinería hay que decir que tenemos referencias de que en el Paleolítico se recolectaban o conservaban plantas y flores con intenciones espirituales o religiosas. Este hábito o costumbre lo hemos conservado hasta nuestros días, por lo que es un proceso esencial en nuestro ser. La protección de lugares más sagrados o de plantas relacionadas con la trascendencia o la divinidad forzaría la construcción de barreras protectoras y de empalizadas. Así nacieron las primeras vallas vegetales dotadas de espinas, los primeros límites tuvieron también por tanto un motivo religioso. Podríamos afirmar pues, que al final del Paleolítico, nacieron los proto jardines: espacios sencillos, adaptados al lugar, sin forma definida y delimitados, en los que se procura reservar de la naturaleza hostil unas plantas que se consideran valiosas y poderosas desde una intención espiritual; es decir, sagradas. Estos espacios irregulares, miles de años después, con el desarrollo de las primeras civilizaciones y el conocimiento de las formas geométricas como el círculo, la línea recta o la cruz, se volverán espacios ordenados y sometidos a las medidas y a las proporciones.   La agricultura del Neolítico añade funcionalidad a la jardinería sagrada Con el inicio de la agricultura del Neolítico podríamos decir que se iniciaron los primeros espacios ajardinados en los que además de las plantas de valor espiritual habría también plantas productivas. Se comienza a experimentar con nuevas especies, practicando sus primeras plantaciones y también trabajando en los primeros trasplantes. Ya tenemos desplegados pues todos los ingredientes de la jardinería: una admiración por la naturaleza, una intención de su dominio o domesticación con fines espirituales y productivos, unas técnicas y herramientas para su conservación, y una necesidad de delimitar o defender el recinto escogido.  
Cedro de incienso.
  Los primeros trasplantes de árboles de incienso para la adoración a los dioses egipcios Los egipcios, milenio y medio antes del nacimiento de Cristo, dominarían las técnicas jardineras de una manera muy sofisticada; llegando, por ejemplo, a trasladar árboles de incienso desde los reinos del centro de África hasta el maravilloso palacio de Hatshepsut, en Dayr al-Bahari cerca de Tebas. ¡Esta reina de Egipto tenía técnicos encargados de sus jardines hace más de 3.000 años! Tenemos gravadas en piedra las escenas que así lo demuestran. Estos árboles de incienso estaban dedicados a la adoración y a la plegaria a los dioses.   Jardines en imágenes en las tumbas de príncipes y faraones Uno de los primeros jardines de los que tenemos imágenes se construyó durante el reinado del faraón Amenhotep II o Amenofis II, (1475 a 1401 aC). Está representado en las paredes de una tumba de Tebas, conocida como la tumba de las viñas. Se construyó para el descanso eterno de un aristócrata: Sennefer, que fue alcalde de Waset. Viñas, sicomoros, palmeras de Doum, flores de loto azul, papiros y frutales se disponen en una estricta simetría y en un orden clamoroso. Otro ejemplo de jardín se muestra en el fresco de Neb-Amun (1390 a 1352 aC), escriba y contable del reino de Tutmosis IV y de Amenofis III. En estas pinturas se despliega un agradable jardín dotado de su estanque y de su fauna, rodeado de árboles de sombra y de frutales como sicomoros, higueras y palmeras datileras.   Los jardines más esplendorosos y míticos del mundo antiguo, en Mesopotamia Mientras tanto, en la tierra del Éufrates y el Tigris, Mesopotamia, iban un poco más lentos, fruto de sus continuas guerras y efímeros periodos de paz. En el 1782 aC Hammurabi derrota las ciudades-estado de Assur, Larsa y Asus, iniciando así el imperio de Babilonia, que desaparecería tras la invasión de los llamados Pueblos del Mar. Más tarde, hititas, casitas y elamitas dominarán esta tierra tan convulsa hasta la llegada de los asirios, que derrocarán a Nabucodonosor I (rey que consiguió durante unos 20 años que Babilonia fuera de los babilonios). Solo a partir de aquí, comenzarán mil doscientos años de dominio asirio y de progreso jardinero. El zénit de la jardinería asiria llegaría durante los reinos de Asurnasirpal II, Sargón II y Senaquerib, (800 aC) con espacios plantados de hortícolas y arbolados, algunos ornamentales, como cedros y cipreses, otros de sombra como chopos, robles, y también de frutales como palmeras datileras, higueras, membrilleros, granados, perales y manzanos. Eran parques de caza con animales del país y exóticos destinados al deporte, al descanso, a la exhibición del poder y de riqueza de su propietario frente a los embajadores de los reinos vecinos. Babilonia recupera definitivamente de Asiria su independencia en el 605 aC con Nabucodonosor II. Con este rey, el nuevo imperio babilónico producirá los jardines más esplendorosos y míticos del mundo antiguo, y para muestra la maravillosa puerta de Ishtar, la diosa del amor, la belleza, la vida y la fertilidad, que se conserva en el museo de Pérgamo en Berlín.  
Reconstrucción de la Puerta de Ishtar (Museo de Pérgamo, Berlín). Fuente: Google Arts & Culture.
  Como se puede observar, la humanidad lleva grabada la jardinería en lo más íntimo de su ser, lo que significa que necesitamos imperiosamente de la naturaleza. Prueba de ello es que la domesticamos y la hacemos nuestra, la humanizamos convirtiéndola en arte, locura, extravagancia o mesura. Necesitamos reencontrar el paraíso perdido, conectar con la naturaleza, tenerla cerca, y para ello la acomodamos a nuestros deseos más humanos.   Manel Vicente Espliguero Paisajista
Dejar un comentario

Suscríbete a nuestra newsletter

© 2024 Green Line Gardens All Rights Reserved.
Diseñado por Immograf