Hace poco mi amiga de la naturaleza me envió un mensaje sonoro con un silbido de pájaro especial. Lo había percibido como singular, diferente a los habituales cantos y quería saber de qué pájaro se trataba. No era la primera vez que en sus paseos por los bosques lo escuchaba. A mi vez le reboté el audio a mi amigo Arnau, que es un amante de todo tipo de aves y un especialista, y en seguida me avanzó un nombre: una oropéndola, (un ‘oriol’ en catalán).
Al caer la noche, con un poco más de tiempo, me aseguró, a partir de los pocos segundos que se oía, que efectivamente era esta especie. Yo ya había buscado información del protagonista y había descubierto que se trataba de un ave migratoria, y que venía de pasar el invierno en países mucho más cálidos, para descansar durante el verano en nuestras tierras. También había averiguado que sería muy difícil verlo, porque era un pájaro de carácter esquivo y tímido y vivía en las partes altas de los árboles camuflándose bien, pero si era de los pocos afortunados, apreciaría en el vuelo de los machos, la belleza de sus colores: un amarillo intenso, combinado con un lustroso negro.
La experimentación a través de los sentidos nos interpela, nos conmueve
Cuando percibes algo a través de los sentidos, directamente y sin intermediarios, se convierte en propio. La experiencia directa nos interpela siempre de manera contundente. Si además complementas ese conocimiento sensorial con la información a nuestro alcance, singularidades, historia, características, lo valoras mucho más. Personalmente pienso que en lo referente a los temas de naturaleza a poco que se pueda el conocimiento experimental debe preceder al teórico. Los grandes documentales de animales están bien, pero una clase de ciencias naturales donde los pequeños salen y descubren bichos en un riachuelo, despertará futuras vocaciones de biología con mayor probabilidad.
Saber mirar es dejarse sorprender con todo aquello que llama nuestra atención
Para esto es fundamental saber mirar y querer saber. Si no sabemos lo que hay ahí fuera, no sabremos lo que estamos perdiendo, ni tampoco lo apreciaremos, ¿qué motivación tendremos para luchar por su conservación? Siguiendo unas palabras de Jesper Lindblad, un jardinero sueco que habla de evitar la ‘ceguera de plantas’ que detecta en muchas personas, dependientes del asfalto y el hormigón de las infraestructuras de las grandes urbes, y que no son conscientes de los grandes bienes que nos aporta el contacto con la naturaleza. Hoy más que nunca hay que despertar nuestro sentido de naturaleza.
Y no hace falta subir grandes montañas o viajar a las antípodas. Si puedes, ¡adelante!, pero si no, ¡aquí también hay miles de cosas para maravillarse! La naturaleza, toda ella, nos conmueve, y al pensar en ello, me viene a la memoria como se le encendían los ojos a Ramón, un empresario de máquinas de movimiento de tierras, cuando me contaba su ascenso al Kilimanjaro, al enterarse de mi pasión por la montaña, ¡sabía que yo podía entender su emoción! Pero, repito: los paseos por nuestro entorno natural más inmediato, saliendo de nuestro mundo urbano, ya nos pueden llenar, enriquecer y colmar de emoción.
Solo hay que calzarse unas botas de caminar, tomar nuestros bastones y estar dispuestos a dejarnos sorprender y disfrutar de todo aquello que nos llame la atención durante el paseo. Una mentalidad observadora, abierta de saber, cada uno a su ritmo. Esto es saber mirar. Y al hacerlo surge el valorar, enriquecerse, ¡y crecer!
Ahora podemos volver a disfrutar de nuevo de la naturaleza de proximidad, ¡aprovechémoslo!
Ahora que el confinamiento comienza a tener fin y podemos desplazarnos a aquellos lugares que tanto nos inspiran o nos atraen, os invito a realizar pequeñas salidas de aprendizaje o de contacto con la naturaleza más cercana o próxima. ¡Vamos a disfrutar de la naturaleza de proximidad! No llevar prisa, no tener tampoco un objetivo claro, un lugar al que llegar o un récord que cumplir, son las premisas esenciales. A lo mejor os ayuda el tener en la cabeza capturar una bella imagen o unos colores intensos, una visual diferente, o detectar unos cantos, o quizás descubrir el origen de un perfume en el ambiente… O, por el contrario, descansar, contemplar, no pensar en nada, e inspirar energía natural.
¡Que se detenga el tiempo! Que el momento se haga mágico y que nuestro interior se llene de este regalo que es la naturaleza en sus diferentes formas. Hay cientos de instantes maravillosos…
Recordar las sensaciones que comporta observar un árbol centenario, el correr del agua limpia entre las piedras de un riachuelo o como se mece un campo de trigo con el susurrar del viento. El intentar capturar con nuestra cámara una mariposa, el ver como se oculta el sol y se tiñen de rojo los cielos de la tarde, o adivinar como alimentan las golondrinas a sus polluelos…. Mirar sentado desde las rocas como rompen las olas del mar, contemplar la colección de colores de un prado florido, el seguir el movimiento bajo el agua de las carpas en un río, admirar la lluvia de pétalos de un cerezo cargado de flores a punto de madurar…
Todo esto y mucho más son regalos que podemos disfrutar. Y están al alcance de todos.
Si además de admirar la naturaleza, profundizamos en su conocimiento, el regalo se multiplicará
Os animo a tener aficiones relacionadas con el conocimiento de la naturaleza. Es un paso más en su admiración y disfrute. Reconocer los árboles gracias a sus hojas y ramas es muy gratificante, y si sabemos los nombres científicos tendremos mucha más información, y nos saltaremos la complicación de cada idioma. Hay muchos libros de reconocimiento de plantas que se pueden llevar en nuestros paseos. Las editoriales Everest, Omega, Grijalbo tienen buenas guías de bolsillo. También saber diferenciar los pájaros es muy interesante, hay manuales para ayudar a todos los que nos iniciamos en ello. Los libros que desarrollan dibujos para su reconocimiento son muy fáciles de seguir. Además, actualmente las nuevas tecnologías han propiciado que sea muy accesible tener a nuestra disposición sus cantos. Alguna vez he ido de excursión con gente forofa de los pájaros y he gozado con sus explicaciones mientras observaba a través de esos telescopios terrestres que abultan tanto.
A los que os guste bucear en el mar también tienen guías muy didácticas de su flora y fauna como la publicada por la editorial Brau de los autores Enric Ballesteros y Toni Llobet. ¡Es todo un universo! Blume trabaja muy bien las colecciones de insectos. Las mariposas, libélulas, arañas, coleópteros, hemípteros tienen también sus publicaciones especializadas. Ahora también corren aplicaciones de móviles que reconocen picos de montañas, tipología de nubes, las constelaciones…, ¡el conocimiento en un clic!
Aconsejo de vez en cuando participar en excursiones de campo, senderismo o jornadas organizadas por diversas entidades en las que los guías son especialistas o amantes de la naturaleza y que enseñan sobre lo que se va descubriendo. ¡Se aprende tantísimo! Estar al lado de personas que saben encontrar en cada hierba, mata arbustiva o árbol, un remedio medicinal y que conocen de infusiones, decocciones y maceraciones para preparar sus remedios, es interesantísimo. He dejado para el final los paseos de los buscadores de setas, esta es una manera muy experimental de contactar con la naturaleza. La lista de setas comestibles es muy numerosa: champiñones, boletos, trufas, níscalos, oronjas, colmenillas, trompetas… de estas gentes siempre me han admirado su sabiduría y destreza en este campo, es toda una cultura.
Pienso que una de las consecuencias positivas de la pandemia debe ser la de serenarnos, la de frenar nuestras prisas o la de evitar poner todas nuestras ilusiones y esfuerzos en grandes proyectos. Creo que debemos saber gozar también con las cosas sencillas, las que pasan a nuestro lado. Me gustó una frase reciente uno de mis alumnos en su Instagram: ‘La vida no es esperar a que pase la tormenta. ¡Sino aprender a bailar bajo la lluvia!’. Os aviso que convive con su síndrome de asperger. Para mí es una lección que me anima aún más si cabe a agradecer, valorar y respetar todo lo concedido sin merecerlo, y entre estos regalos tenemos la ¡bendita naturaleza de proximidad!
Manel Vicente Espliguero
Paisajista