En artículos anteriores hemos hablado de árboles y también de la poda suave. Hemos ido anunciando el gran cambio de paradigma que se está dando en el mundo de la arboricultura, donde los arboricultores se han convertido en los coach de todos aquellos árboles que hemos ido domesticando para compartir lugar en nuestras calles y jardines.
Hasta ahora, hemos identificado la poda como parte de una práctica beneficiosa y necesaria, periódica y sistemática que se realiza durante el invierno, a menudo delicada y muy técnica.
Desmontando la idea clave sobre la poda
“Los árboles no necesitan para su supervivencia de nuestras podas”. Al revés, nuestras actuaciones acortan su vida y modifican su estructura inicial creando ejemplares anómalos con problemas de seguridad y de riesgo a medio y largo plazo. Las podas son fuentes de problemas fitosanitarios y una puerta abierta a pudriciones internas por la invasión de hongos, bacterias e insectos. Una mala poda, realizada en un mal momento, puede incluso matar un árbol centenario.
Entonces, ¿por qué podamos?, ¿por qué exigimos de nuestros ayuntamientos la poda durante el invierno?, ¿es esta una buena época?, ¿debo podar el árbol de mi jardín?, ¿todos los árboles se podan igual?, ¿no podar un árbol es signo de descuido?
Toda poda debe realizarse por una razón
Los buenos técnicos analizan aspectos como el tipo de árbol, su localización, el entorno, su estado sanitario, su etapa vital, su historia o su uso. Normalmente, las personas neófitas en este campo actúan porque ‘ahora me da miedo y lo podo’ cuando debería ser al contrario: ‘como lo he podado, ahora debo tener miedo’. Podar puede significar desestructurar, malgastar reservas, estropear brotes, abrir heridas que se convertirán en puntos vulnerables…
La poda forma parte del proceso de domesticación de los árboles
Vamos a poner el ejemplo de aquel árbol que se compra en un vivero. En estos establecimientos se suele trabajar con árboles jóvenes, (de 3 a 7 años), y cuando se venden, habitualmente ya se han podado alguna vez.
Si el árbol que compramos está podado en vaso tendré que seguir manteniendo podas que den continuidad a lo que se hizo en su momento. La cruz del árbol marca una estructura y unas medidas a considerar.
Esta presentación se practica en frutales que no deben crecer mucho, para acceder sin dificultades para recoger el fruto, y también para facilitar las podas de floración, de fructificación y, según la etapa, las podas de rejuvenecimiento. Dejar que se naturalice un frutal tiene su problemática y en árboles maduros más todavía. Si no podara, acabaría teniendo nuevos árboles naturales sobre cada una de las ramas principales. Con el tiempo y su peso, la cruz podría ser un punto de rotura.
En el caso de ser árboles flechados o de porte natural, y si tengo espacio para que crezcan, puedo dejar que se desarrollen de manera natural y dejar que aflore su estructura genética. El mismo árbol se equilibra y reparte sus pesos y tensiones, la naturaleza es muy sabia. Los árboles saben reforzar los puntos sometidos a más tensión y no gastar madera en lugares en los que no hace falta. Si tiene espacio y crece sin obstáculos, se extenderá en todas las direcciones y dará una gran sombra sin nuestra intervención. Encinas, robles, plátanos, olmos, tilos, castaños, son preciosos si no los tocamos. La única cosa que debe hacerse es adelantarse a lo que los árboles harán de manera natural, intervenir en aquellas ramas que ellos anularán en el futuro por ser poco eficaces o no viables.
Podar implica forzar al árbol a recuperar parte de las hojas perdidas
Los técnicos han estudiado y conocen cómo brotan los árboles y qué estructura espacial o arquitectura tienden a desarrollar. Hay 24 categorías, propuestas por el famoso botánico francés Francis Halê, que sistematizan cómo se comportará un árbol al crecer y también al cortar sus ramas, donde saldrá la nueva yema y hacia dónde irá el nuevo brote.
La no intervención posibilita su autoparada en altura y anchura, según las disponibilidades de suelo y agua. Pero, si podamos, obligamos al árbol a rebrotar a partir de las reservas y a recuperar la parte de hojas perdidas, pues estas son las encargadas de alimentar a las células de toda la planta, y obligamos al árbol a un esfuerzo titánico para poder sobrevivir.
¿No habéis observado que en el campo hay árboles que siempre tienen la misma medida? Incluso hay un momento que el crecimiento de cada año no se percibe, rompen tantas yemas que no tiene energía para ir más allá: con cubrir de hojas toda su superficie es suficiente. Así que, si no hay una razón, ¡no los toquemos!
Algunas podas con sentido
Entre las podas con sentido tenemos las fitosanitarias, esto es para eliminar partes secas o inseguras, también las podas de formación para corregir problemas futuros, como por ejemplo los casos de codominancias y de corteza incluida. Álamos, sauces, fresnos son propensos a este tipo de problemas.
También hay podas obligadas, como las efectuadas por cuestión de espacio si en su día se plantaron tipos de árboles equivocados donde no tocaba. Muchas veces nos empeñamos en plantar moreras y jacarandas en espacios mínimos y son árboles espectaculares si se les deja crecer.
Existen las podas derivadas de las modas y es difícil volver atrás
Retornar los árboles a un porte natural es de las tareas más difíciles y lentas a las que se enfrenta un técnico y no siempre es posible. En el caso de árboles maduros trabajados siempre en un sistema se debe mantener el mismo criterio. En algunos casos hay árboles cuya arquitectura humanizada forma parte de nuestro patrimonio cultural y no podemos o debemos perderlo. Es el caso de muchos paseos dotados de plátanos podados en cabeza de gato. No podemos revertir estas actuaciones sin perjudicar los árboles y producir futuras estructuras peligrosas.
Las coníferas (pinos, abetos, tuyas, cedros, piceas, cipreses) no deben podarse. ¿Y entonces por qué se hace? Pues porque hay modas como las colas de león que se extienden rápidamente y que se asocian a una cierta posición social o estatus. Sin embargo, se pueden recortar algunas de ellas y limpiar - eliminar la parte seca y las acículas muertas que no han caído - en tujas, cipreses y pinos piñoneros, pero nada más.
¿Podar para no recoger las hojas?
Nos estamos acostumbrando a las podas de otoño. No nos engañemos, hay ayuntamientos que las practican para evitar recoger las hojas. Los árboles del campo y de las montañas recogen todas las reservas y pigmentos que tenían en ellas antes de dejarlas caer. Es una de las causas de que los plátanos de nuestras ciudades estén escleróticos e infectados de plagas y enfermedades.
¿Cuándo es el mejor momento para podar?
El mejor momento para la poda en general es a la salida del invierno: las raíces se mueven hace días, viven gracias a las reservas del árbol y pueden emitir señales y savia bruta a las yemas latentes o dormidas para que rompan y aparezcan las hojas. Todavía no hay temperaturas favorables para los hongos y el árbol tiene tiempo para, por dentro, cerrar heridas.
Durante el verano, es arriesgado. Aquí se propugnan y practican podas en verde, que no pueden ser nunca agresivas o drásticas, puesto que eliminar hojas significa eliminar a los ‘cocineros’ del árbol. Son las hojas quienes elaboran el alimento a partir de la sabia bruta y sin ellas muchas raíces podrían llegar a morir, peligrando la supervivencia de la planta en un periodo en el que todo depende de la eficacia de encontrar agua.
La poda de los árboles requiere de una buena técnica, conocer cada tipología, y saber la capacidad que tiene cada una de cerrar heridas y de envolver infecciones (compartimentalizar), de saber cómo crecen y cómo ramifican. Es todo un arte y aquí solo podemos esbozar su complejidad. Y finalizo repitiendo como un mantra, que solo podemos si existe una razón, y que lo dejemos en manos de técnicos preparados y con experiencia.
Manuel Vicente Espliguero
Paisajista

