Hace unos meses un artículo científico compartía que se había recuperado una planta del Pleistoceno, de más de 30.000 años, la ‘Silene stenophylla’. La encontraron a 38 metros de profundidad bajo el permafrost, al noreste de Siberia. Al hilo de este descubrimiento me gustaría compartir con vosotros la historia de la evolución de las plantas en la Tierra, pero no solo eso, porque este magnífico descubrimiento pone en evidencia también el temido cambio climático y sus consecuencias.
¿Cómo es y cómo evoluciona el ‘suelo eternamente congelado’ de la tierra?
Vamos primero a conocer un poco más el permafrost. Para entender de manera rápida a que se refiere este concepto, —apunto que los siberianos poéticamente lo llaman “suelo eternamente congelado”— es una capa del subsuelo de hielo que puede alcanzar el kilómetro y medio de profundidad. No solamente es impresionante su grosor, sino su edad, porque está ahí, en muchos casos, desde hace más de 650.000 años. Esta realidad se extiende también por Alaska, el norte de Canadá, Groenlandia, la Antártida y las altas cumbres.
El aumento de temperatura en el exterior está provocando su deshielo y actualmente el suelo literalmente se hunde, en la superficie aparecen barrancos y grietas que pueden tener muchos metros de profundidad y de extensión. El antiguo hielo deja libre lo que esta capa contenía: gases, restos de animales, semillas, plantas
El permafrost esconde extraordinarios tesoros y peligrosos organismos
En algunos casos se trata de interesantes descubrimientos, como la cachorra de león de las cavernas de hace 28.000 años o la larga lista de mamuts encontrados casi intactos, pero en otros casos, se trata de microorganismos peligrosos como los encontrados en soldados muertos en 1714 por la viruela, enfermedad que se consiguió erradicar en 1979.
Pero centrémonos en nuestras plantas:
La herbácea del Pleistoceno que comentábamos, se encontró como semilla en la madriguera congelada de unas ardillas. Después de su recogida y análisis, los científicos rusos consiguieron plantas vivas y fértiles a través del cultivo de los tejidos de esta semilla, y la clasificaron como Silene stenophylla. Lo sorprendente es que genéticamente es diferente a las Silene stenophylla actuales, ya que en estos 30.000 años ha habido un cambio de genes, una evolución que nos dice cómo eran los padres de las actuales. Poco a poco y con dificultad vamos rellenando los paréntesis o espacios que tenemos en el árbol evolutivo de la vida en nuestro planeta.
Recuperando fósiles en Sudáfrica y Arizona, descubriendo el largo viaje de las plantas
En gran medida conocemos la historia de las plantas gracias a los innumerables fósiles que han llegado hasta nosotros y que todavía hoy estamos descubriendo: en 2017 se encontraron los fósiles de algas más antiguos del mundo, con 1.600 millones de años, y con este hallazgo se dató la vida multicelular antes de lo que se pensaba.
▷ Periodo Silúrico: Las plantas dejan el mar
Hasta ahora se postula que las plantas dejaron el mar hace unos 485 millones de años, en los inicios del periodo Silúrico. Son las briofitas, y aunque muchas de ellas se extinguieron, otras evolucionaron y se convirtieron en los musgos y los hongos actuales que habitan en bosques y zonas húmedas, cerca de ríos y lagos de zonas templadas y frías. La Cooksonia, descubierta en 1937 y extendida por todo el mundo, sería la primera planta vascular que adoptaría una fisonomía que serviría de base a las plantas actuales.
▷ Periodo Devónico: Los ancestros de las plantas cola de caballo
No hace mucho, en la provincia del Cabo de Sudáfrica, gracias a unas explosiones para abrir una carretera, se hallaron fósiles desconocidos de plantas e invertebrados. Son rocas con unos 360 millones de años de antigüedad, del período Devónico, cuando Sudáfrica formaba parte del supercontinente Gondwana. Según Robert Gess, un paleontólogo del Museo Albany de Grahamstown, estos fósiles se formaron en un antiguo ecosistema en la desembocadura de un río. Identificaron iridopteridales, plantas de patrón muy geométrico y sencillo, del tamaño de un arbusto, cuyos descendientes actuales son las plantas cola de caballo. Además, se descubrieron restos del género de los licopodios, que en la actualidad mantienen algunos representantes como plantas sin flores que se reproducen por esporas. También encontraron los restos mejor preservados hasta ahora de la especie Archaeopteris notosaria, una de las primeras plantas en tener tronco y raíces potentes para poder crecer en altura, lo que la convierten en uno de los predecesores de los árboles. De esta época también son los helechos arborescentes de los que tenemos la Dicksonia antarctica.
▷ Periodo Carbonífero: Los antepasados de las coníferas y otras especies que perduran casi sin cambios
Del Carbonífero, iniciado hace 345 millones de años y de todos conocido por dotarnos de energía hasta bien entrado el siglo XXI, conocemos los Calamites, el Lepidodendron y los Cordaites, estos últimos, antepasados de las coníferas se llaman así por la forma de sus semillas. En este periodo aparece el Ginkgo biloba, que sorprendentemente sin grandes cambios, todavía lo tenemos entre nosotros y lejos de desaparecer cada día se planta más en nuestros jardines.
▷ Periodo Triásico: El Bosque Petrificado de Arizona
Del Pérmico, periodo comprendido entre los 280 y 225 millones de años, nos llegan los Podocarpus, y entre sus descendientes tenemos el podocarpo de montaña (Podocarpus nivalis), el gran superviviente del frío o de la flora antártica que solo crece en Nueva Zelanda y que se originó también en el antiguo supercontinente Gondwana.
Conduciendo por la ruta 66, en Arizona, se llega al famoso Bosque Petrificado, declarado por Theodore Roosevelt monumento nacional en 1906 y que en 1962 pasó a ser parque nacional. En este paraje hay más de 200 especies diferentes de plantas fosilizadas. Los troncos fosilizados, que parecen cortados por una sierra mágica, se extienden por una planicie llena de pequeñas lomas. Muchos se clasificaron como Araucarioxylon arizonicum pero actualmente esta clasificación está en discusión por tener elementos que no cuadran con las araucarias. Se trata de todos modos de gimnospermas fosilizadas que provienen del periodo Triásico, unos 225 millones de años atrás. El paraje se formó a partir de una zona boscosa que quedó cubierta por sedimentos. Como la madera no tenía oxígeno y no se pudrió, sino que fue absorbiendo los minerales del terreno, en su mayoría cuarzo. Esta fue la razón de una réplica perfecta de troncos, pero convertidos en rocas. De esta etapa de la evolución de climatología calurosa han llegado hasta nosotros también las Cycas.
▷ Periodo Jurásico: Los antecesores de los pinos, araucarias, secuoyas y cipreses
En el Jurásico, hace 195 millones de años, aparecerán los antecesores de los pinos, araucarias, secuoyas, cipreses… Actualmente los tenemos entre nosotros en grandes bosques como plantas rústicas de clima frío.
▷ Periodo Cretácico: Los grandes supervivientes
El cretácico, periodo que empezó hace 145 millones de años, y que acabaría de manera tan drástica con el 75 % de las especies del planeta, fue la cuna de los chopos, salces, robles, olmos, magnolias, plátanos, abedules y eucaliptos, ¡todos ellos han demostrado ser unos grandes supervivientes! Este periodo fue testigo de un gran invento: el desarrollo de las angiospermas, las plantas de flor. La Magnolia grandiflora nos enseña actualmente como eran estas flores más primitivas.
▷ Era Terciaria: Los últimos en aparecer
Los últimos en aparecer en la era terciaria (66 millones de años) fueron los nogales, los tilos, el castaño de indias, el arce, el castaño, avellanos, carpes y olivos. Al enfriarse el clima en el Mioceno aparecerán a penúltima hora, los cedros, los abetos y el último invento de las coníferas, los alerces, que tienen hoja caduca. 5,2 millones de años más tarde, y en pleno Cuaternario, periodo de angiospermas, aparecerá por fin el ser humano.
Muchas plantas prehistóricas siguen aún con nosotros, pero están en peligro
Si viéramos en una película a gran velocidad la evolución de las plantas seriamos conscientes de una manera impactante de la maravilla y riqueza de la evolución y del gran tesoro del que actualmente gozamos, pues muchas de estas plantas legendarias, prehistóricas, aún están entre nosotros. Quizás también serviría para remarcar la gran pena que supone la desaparición de especies por nuestros abusos, errores e incompetencia. ¡Ahora que sabéis de su existencia, quizás sepamos tratarlas con el respeto que merecen!
Manuel Vicente Espliguero
Paisajista